Y es que exponerse significa mostrarte para ser visto. Entonces te bloqueas, te paralizas… En el mejor de los casos te notas rígido, artificial o encorsetado: no te reconoces. Y claro, eso da miedo.
¿Miedo?
Piénsalo. En realidad, no tienes miedo a hablar a cámara. Lo que te aterra es el qué dirán o cómo te ven: si te darán o no el aprobado.
Otras veces, simplemente, no eres capaz de transmitir el valor que aportas. O exponerte más de lo necesario te asusta. Y piensas que eso no es lo tuyo y punto, pero te sigues preguntando…